un Desierto de Medusas

           Hace dos noches soñé que volaba sobre un mar que parecía un río. La casa del amante que no besa figuró a lo lejos, borrosa y tambaleante sobre montañas de dunas. Los seres del mar, la memoria imposible del agua, todos hemos estado ahí pero nadie lo recuerda.

Necesito recuperar mi collar de coral rojo. Sin él pierdo la orientación. Es para mí un escudo y un espejo cuando nado por las noches en el mar. Aunque solo entreno a pocos metros de la orilla; diez brazadas me parecen cien. Sí, en la oscuridad el espacio es un exceso temible que se aletarga.

¿Cómo será habitar los mares sin ver? ¿Cómo es ver con el corazón? La gran hazaña de nadar en la penumbra sería acceder llanamente a la clarividencia de los sentidos. Pero tú podrías atar a mi cintura el hilo delirante de Ariadna y así lograr sin miedo recorrer las profundidades del mar como una medusa.

Construyo imágenes para confiar en mi travesía, para relajar mis sentidos. El paisaje luminoso de la materia. Las seducciones de la luz. No hay oscuridad perpetua, ni el cosmos, ni en las zonas abisales de los océanos. Con los órganos que ven se puede reconstruir la cadena evolutiva, pero el ojo necesita la imaginación para ver.

Te confieso que pude dominar el vértigo y abrir los ojos en el quinto intento de la tercera noche. La luz de mar, los infinitos pequeños, la textura del agua, tienes que verlo conmigo. Otras galaxias brillan y se expanden bajo el mar. Sabías que en la constelación de Géminis existe una nebulosa llamada Medusa. Fue una estrella gigante roja como el Sol, su huella por el cosmos es ahora una burbuja con trenzados y largos filamentos de gas brillante que sugieren el nombre a la medusa primitiva de mar.

No intento controlar la respiración, aprendo a conocerla. Exhalo y surgen dos imágenes, Medusa no fue un monstruo. Inhalo, ella se degolló con la orilla del mar un solsticio de verano y como nada en la naturaleza está en reposo su peló voló por la tierra y el desierto se cubrió de serpientes que suenan un cascabel en la cola.

Nadar por la noche, me mantiene en una carga sensorial y emocional que me confunden, cuando salgo del mar mis ojos ven un desierto que crece y el cerebro piensa en un desierto que es mar pero sin agua. El paisaje se repite, ya lo había visto, sentido, soñado. El inicio de la vida estaría en un desierto de medusas.

Ahora debes saber por esta misiva que cruzando el espejismo se rompió un acuario de medusas, era de cristal de sal. Hoy por la mañana las encontré varadas en la playa, inertes y sin color . Su morfología es un misterio, son tan temidas, tan seductoras, tan primitivas. ¿Cómo es que sobreviven en los mares sin cerebro y sin corazón?

Soy cauta, no lo dudes. Cuando hago la respiración bilateral cada tres brazadas, mi referente en el cielo es Sirio, el astro más brillante del firmamento visto desde la Tierra; también la llaman la estrella perro. Es la brújula estelar que me ayuda a trazar mi destino final en el mar.

           Posdata: Trabajé la fotografía con la luz del amanecer, es un momento claro-oscuro donde el cerebro no identifica si la noche empieza o el día llega. Juego sola, pocas veces alguien me acompaña. Creo que cuando pido ayuda mi expresión corporal es otra. El desconcierto, la sorpresa y el azar son los hilos que me hacen repetir este juego una y otra vez. Ahora utilicé dos cámaras, una Cannon Ae-1 35mm y la otra de formato mediano 6por9, es complicada de usar, es una clásica Zeiss Ikon modelo Super Ikonta MX.

Angélica Escoto

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